J. Ruiz-Tagle Madrid | viernes, 01 de junio de 2018 h |

Dolors Montserrat llegó al Paseo del Prado con un halo que parecía presagiar grandes eventos para la sanidad española. Diálogo y consenso fueron sus palabras más repetidas durante su toma de posesión y parecía la actitud ideal para llevar a cabo políticas necesarias en un parlamento atomizado y con un Gobierno en minoría. Sin embargo, el souflé se fue desinflando con el paso de los meses y hoy, día en el que se despide del Ministerio por la victoria de Pedro Sánchez en la Moción de Censura, apenas se le pueden señalar logros en materia sanitaria.

Pocos meses después de jurar su cargo tuvo una mala experiencia que parece que le ha condicionado todo su mandato. Habló de una reforma del copago que la llevó al Congreso de los Diputados y le costó un rapapolvo de Mariano Rajoy. Desde entonces, el Real Decreto 16/2012 fue más inamovible que nunca y su exposición en opiniones sanitarias se fue diluyendo.

Fue entonces cuando el secretario general de Sanidad tomó los mandos de la nave del Paseo del Prado y centró en su persona todos los debates. La ministra nunca fue a explicar unos Presupuestos Generales ni al Congreso ni al Senado en la Comisión pertinente, se borró de prácticamente todas las citas parlamentarias y sólo compareció cuando le fue obligatorio: respuestas a preguntas de la oposición en las sesiones de control al Gobierno.

Se pudo pensar, en un primer momento, que con un Gobierno en minoría los cien días de cortesía podrían prolongarse un poco más pero también enfadó su Plan Normativo para 2018. Se plantearon algunas cosas necesarias como el reconocimiento de la especialidad de psiquiatría infantil pero faltaron la de infecciosas o la de urgencias. Tampoco hubo una sola línea para relanzar el Real Decreto de Troncalidad o el Registro de Profesionales, entre otras normativas.

A Montserrat siempre se la vio incómoda si hablaba de Sanidad en espacios públicos pero no se le puede negar algunos trabajos que ha realizado de puertas para adentro. Puso orden en el Real Decreto de Prescripción Enfermera de la mejor manera que podía hacerse. Convocó al foro de las profesiones y consiguió seducirlos. Sin embargo, nunca tuvo del todo el beneplácito de éstos. Hace unos meses, a las puertas de su ministerio, los médicos se concentraron pidiendo que la precariedad saliera de sus contratos y muchos de los profesionales lamentan que apenas se haya cumplido nada de lo firmado en La Moncloa en el año 2013.

También tiene en su haber, y no es cosa menor, haber extendido la influencia del Plan Nacional de Hepatitis C, posibilitando que todos los pacientes fuesen atendidos con los últimos antivirales tras acuerdo en el Consejo Interterritorial. También dibujó los primeros trazos de la Estrategia de Medicina Personalizada, aunque los esbozos hechos públicos supieran a muy poco.

El olvido de la sanidad no es una cuestión opinable. Si el lector se esfuerza en buscar una imagen de Montserrat lejos del Congreso, Senado o Ministerio se le vendrá a la imagen Cataluña. Su papel en la crisis territorial fue creciendo exponencialmente a medida que el ‘procés’ se enconaba. Nadie duda de que su mandato ha estado condicionado por la aritmética parlamentaria pero esta afirmación es un arma de doble filo: lo tuvo difícil, sí, pero sus armas de consenso y diálogo se revelan fallidas por el mismo motivo.