Esther Martín del Campo Madrid | viernes, 08 de noviembre de 2019 h |

La Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Sanidad y comunidades autónomas como el País Vasco, Galicia o la Comunidad de Madrid, entre otras, han dimensionado el suicidio como un grave y complejo problema de salud pública.

El reto marcado por la OMS de reducir en un 10 por ciento estas tasas en 2020, que en nuestro país se sitúan en un 7,7 por 100.000 personas al año, fue asumido hace algún tiempo por estas regiones que impulsaron diferentes planes en su ámbito de actuación. A escala nacional, también circula ya un borrador de la nueva Estrategia Nacional de Salud Mental que contempla el suicidio como línea estratégica.

Sin embargo, el contexto político actual, en pleno proceso electoral, sumado a la falta de información respecto al borrador provisional inquietan a los expertos, que abogan por impulsar de forma decidida un plan concreto que contemple indicadores que permitan que los resultados de las actuaciones sean medibles, y que cuente, además, con una financiación que obligue a todas las comunidades autónomas a comprometerse de facto con la causa.

Con este telón de fondo, GACETA MÉDICA celebró un encuentro de redacción, con la colaboración de Janssen, que puso sobre la mesa ‘El suicidio como problema de salud pública’. Desde la perspectiva más especializada, Ana González-Pinto, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, y Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, subrayan la necesidad de que el compromiso político se materialice en medidas eficaces.

Así lo resaltó el presidente de la SEP, para quien es fundamental que la estrategia que plantea el ministerio tenga unos indicadores que aseguren que se vaya a cumplir y que cuente con financiación. “Si hay una iniciativa con un presupuesto que está condicionado al cumplimiento de la misma las comunidades no pueden no cumplirla”, indica Arango, resaltando la importancia de que resulte vinculante y pueda desarrollarse en la práctica.

Por su parte, González-Pinto, coincide en que hace falta un plan nacional además de los autonómicos. En su opinión, es preferible apostar por cuatro actuaciones bien planteadas que se puedan medir y puedan dar buenos resultados y añade que necesario organizarse. “Lo que tenemos hoy sobre la mesa es el borrador de la estrategia. Lo importante es su desarrollo”, subraya la psiquiatra.

Cecilia Borrás, presidenta de la asociación de supervivientes “Después del suicidio” es contundente con esta idea: “hacen falta planes de prevención con indicadores y objetivos concretos y reales. Más vale trabajar con indicadores sencillos y propuestas factibles y medibles que abordar un gran plan que no se pueda llevar a cabo”, asevera.

La clave, en opinión de Arango, es invertir eficientemente los recursos y buscar la forma óptima de hacerlo. Algo posible, asegura, analizando qué se hace a nivel internacional y valorando qué es lo que ha funcionado.

El especialista remarca que, además de una obligación ética y humana, la inversión en prevención del suicidio es coste efectiva. En esta línea, recuerda que estudios del London School of Economics sostienen que por cada libra invertida en prevención primaria se obtiene un retorno de 60 euros y por cada libra invertida en medidas disuasorias, el retorno es de 40 euros. “Incluso desde el punto de vista puramente economicista, —alerta— supone un ahorro”.

Depresión y suicidio

Si hay un mensaje común a supervivientes, especialistas y médicos de atención primaria es que, a día de hoy, el suicidio se puede prevenir. El punto de partida de esta afirmación es que el 90 por ciento de los casos están relacionados con depresión o con síntomas depresivos que aparecen en otros problemas de salud mental, como la esquizofrenia o el trastorno límite de personalidad. “El suicidio puede parecer la solución correcta si las variables que se han tenido en cuenta lo fueran. Hay un déficit en la interpretación de esas realidades, el sentimiento de ruina y de desesperanza que corresponden a una visión distorsionada por la enfermedad mental”, expone el psiquiatra. Los especialistas añaden que una vez tratada la enfermedad, los pacientes que han sobrevivido a intentos de suicidio se alegran de no haber cumplido su objetivo.

Para González-Pinto la relación entre depresión y suicidio está clara. “Es básico insistir en que la depresión es una enfermedad y luchar contra el estigma, no se debe confundir con debilidad o maneras de ser que puedan hacer que la gente no pida ayuda. Si la depresión es una enfermedad y es tratable, el suicidio se puede prevenir”, asegura.

El papel de primaria

En esta labor de prevención, coinciden todos, la atención primaria tiene un papel esencial. Vicente Gasull, de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), aporta también su experiencia. El médico explica que las señales que les alertan de que una persona puede cometer suicidio son la desesperanza, la soledad y la falta de apoyos sociales, y añade que es frecuente que los días o semanas previas a cometer el acto de suicidio el paciente les visite. “La cuestión es detectarlo y saber desactivar la situación”, apunta.

Así las cosas, los expertos remarcan la necesidad de que los profesionales de todos los niveles incorporen la pregunta sobre el deseo de muerte en la consulta, aunque resulte difícil de gestionar. Arango recuerda así los resultados del estudio Pediatrics, realizado en Estados Unidos. Los departamentos de urgencias pediátricas que preguntaron sobre este tema a los pacientes obtuvieron tasas de suicidio a largo plazo mucho menores que los que no lo hacían. “Hay que preguntar. Es una enorme prevención que podemos hacer todos, empezando por primaria”, advierte.

Asimismo, a fin de mejorar el abordaje desde este nivel asistencial, Gasull echa en falta tiempo, formación y mayor coordinación con los especialistas y sugiere una línea de trabajo básica en la que podría incorporarse enfermería, que es la formación e información en el entorno educativo para prevenirlo entre los adolescentes.

En este sentido, el presidente de la SEP recuerda que en Finlandia la salud mental ya forma parte del currículum en educación primaria. “Se trata de que realicen un aprendizaje emocional desde la escuela, un aprendizaje de ayuda y de respeto a la diversidad”, aclara. González-Pinto comparte su admiración por esta fórmula, que también contempla la educación a preadolescentes: “Es impresionante ver cómo educan a los niños en salud mental, no solo les ayudan a ser más fuertes sino también a conseguir esa fortaleza como parte de un equipo”, matiza.

Evidencia científica

La apuesta por la prevención comienza a dar sus frutos en países como Dinamarca. Tras muchos años de medidas de choque, recuerda Arango, se ha logrado una reducción muy importante, pasando de estar en tasas altas a situarse entre los países con menores cifras en la Unión Europea. Una prueba más, añade, de que es posible hacer algo para frenarlo. “Hay evidencia científica y se ha hecho ya en otros países”, sentencia el psiquiatra.

Atención primaria y el ámbito educativo son un terreno de prevención fundamental pero ¿qué sucede con aquellas personas en riesgo que no llegan al circuito sanitario? Cecilia Borrás alerta sobre estos perfiles, que son “mayoritariamente hombres, que no quieren ser tratados y lo juzgan como un estigma”. En estos casos, lamenta, la depresión evoluciona muy rápido y en poco tiempo la decisión parece irrevocable.

Otro reto pendiente tiene que ver con la epidemiología. Borrás considera esencial realizar un esfuerzo conjunto para sacar a la luz los datos reales del problema, una tarea compleja porque, tal y como confirman los médicos, los certificados de defunción no recogen esta causa. “Hay demasiadas muertes accidentales en las estadísticas del INE”, advierte. Con una mayor transparencia, se hablaría de alrededor de 7.000 casos al año, frente a los 3.600 que se contabilizan en la actualidad.


Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría

“Preguntar al paciente si tiene deseo de muerte ayuda a prevenir y es algo que podemos hacer todos”



Ana González-Pinto, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica

“Si la depresión es una enfermedad y es tratable, el suicidio se puede prevenir”



Celia Borrás, Asociación de supervivientes “Después del Suicidio”

“Nos preocupan las personas en riesgo fuera del circuito sanitario, que son mayoritariamente hombres”



Vicente Gasull, Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria

“Las personas con intención de suicidio suelen visitar a su médico en los días previos. Hay que saber detectarlo”