Carlos B. Rodríguez Madrid | lunes, 16 de septiembre de 2019 h |

Una situación de alto riesgo puede asociarse a daños significativos al paciente debido a prácticas de medicación poco seguras. Según el segundo de los tres informes técnicos que la OMS ha publicado en el marco de la última edición del Desafío Global de Seguridad del Paciente —Medication Safety in High-risk Situations—, son tres los factores que, bien actuando solos, o bien en combinación, pueden desencadenar un error de medicación en una situación de alto riesgo: factores relacionados con los medicamentos; con el proveedor/paciente y con el sistema. Reducir el daño es posible si se adoptan medidas tempranas adaptadas a cada país mediante un plan específico.

El primer grupo de factores al que se refiere el informe de la OMS se refiere al grupo de medicamentos de alto riesgo, es decir, aquellos que, cuando no se utilizan correctamente, presentan una mayor probabilidad de causar daños graves o incluso mortales a los pacientes. El desarrollo de listas ‘locales’ actualizables periódicamente puede ayudar a los profesionales, dice la OMS, a centrarse en prevenir otro tipo de riesgos. Pero la mera creación de la lista sería de poca utilidad si no va unida a otras estrategias de reducción de riesgos.

El segundo grupo de factores está relacionado con prácticas del profesional (hiperprescripción, prescripción insuficiente o prescripción incorrecta) y del paciente, e incluye posibles errores en otras etapas del proceso de medicación, como la dispensación o la administración. En cuanto al último grupo, los factores relativos al sistema incluyen el entorno (especializado, no especializado) y las situaciones de alto riesgo que pueden ser específicas dentro de esos entornos: por ejemplo, los riesgos asociados con la atención perioperatoria o la neonatal.

No hay una única solución

Según la revisión llevada a cabo por la OMS, los errores de medicación en situaciones de alto riesgo no se deben casi nunca a un solo factor, sino a una combinación de los tres. La solución, por tanto, no puede residir en una sola iniciativa de éxito para todos, sino en una gama de estrategias sostenibles que deben implementarse a medida de cada país. En este sentido, apela a que cada estado defina “claramente” sus propios objetivos para mejorar la seguridad de los medicamentos mediante la convocatoria de un grupo de expertos, que incluya a médicos, farmacéuticos, representantes de pacientes, reguladores y líderes del sistema sanitario; y mediante la priorización de un pequeño número de medicamentos y situaciones de alto riesgo a las que hacer frente con los recursos disponibles.

Una vez definidos, sería preciso desarrollar un plan específico para alcanzar esos objetivos, que la OMS asegura que deben incluir la participación del paciente y la capacitación de los profesionales sanitarios.