El Global Madrid | martes, 08 de octubre de 2019 h |

En la última década se han hecho grandes esfuerzos e inversiones para combatir el VIH y la tuberculosis (TB), pero la reducción de la financiación internacional y la reciente tendencia a traspasar la carga financiera a los países más afectados, pueden llegar a poner en peligro los grandes avances que se habían logrado hasta ahora. De hecho, un nuevo informe publicado por Médicos Sin Fronteras coincidiendo con la conferencia de reposición del Fondo Mundial (9 y 10 de octubre) en Lyon, advierte de la posibilidad de que en algunos países se produzca un ‘rebote epidémico’.

Basado en estudios llevados a cabo en nueve países en los que MSF cuenta con programas de VIH y TB, el informe Hay que compartir la responsabilidad financiera, no pasársela a otros muestra cómo la escasez de fondos internacionales y la insuficiencia de recursos de los países afectados ya están provocando lagunas en los servicios de diagnóstico, prevención y atención de VIH y TB. También están causando desabastecimiento y rupturas de stock de medicamentos esenciales y amenazan los programas dirigidos a personas con necesidades específicas, como migrantes, personas con VIH avanzado y otras poblaciones clave.

En qué punto estamos

El objetivo de acabar con el VIH y la TB aún está lejos de alcanzarse: juntas, estas dos enfermedades íntimamente relacionadas aún matan a más de dos millones de personas cada año. Y a pesar de esto, los fondos para los programas de VIH, tanto de donantes como de las propias naciones afectadas, disminuyeron en 2018 por primera vez en más de una década, con una reducción de 1.000 millones de dólares en los países de ingresos medios y bajos, mientras que el déficit de financiación para programas de TB se amplió aún más, llegando a 3.500 millones de dólares por año, según cifras de la ONU.

Concretamente, tras un periodo en el que el equilibrio fue la nota característica, la financiación internacional para los programas de VIH y TB se redujo en un 9 y un 12 por ciento, respectivamente, entre 2017 y 2018. Por el contrario, la financiación que hace cada uno de los gobiernos de los países afectados para los programas de VIH ha aumentado gradualmente durante la última década. Aún así, la suma de los recursos nacionales e internacionales para luchar contra el VIH sigue quedándose corta. La inversión anual 26.000 millones de dólares que se estima necesaria para alcanzar los objetivos internacionales que se han marcado de cara a 2030, solo llegó a 19.000 millones de dólares en 2018. En cuanto a la tuberculosis, si bien se estima que son necesarios 10.400 millones de dólares al año para luchar contra la enfermedad, en 2018 solo se desembolsaron 6.900 millones.

Según el informe de MSF, se está subestimando el enorme impacto que tienen los déficits de financiación actuales para el VIH y la TB y es probable que dicho impacto aumente, ya que los países vulnerables tienen serias dificultades para compensar con fondos propios la disminución del apoyo financiero externo. En algunos países existe una voluntad política de hacer más, pero muchos de ellos no están listos aún para asumir esta responsabilidad; al menos a corto plazo.

A la vista de los desafíos económicos y financieros existentes, los autores del informe piden que se haga una evaluación exhaustiva de la capacidad real que tiene cada país para aumentar a corto plazo los recursos internos destinados a salud, y que se tenga en cuenta el enorme impacto que tiene la falta de fondos en la vida de las personas que viven con el VIH y la TB y en la capacidad que tienen los trabajadores sanitarios para cuidarlos.

“Compartir la responsabilidad de financiar los programas para el VIH y la tuberculosis entre donantes y países afectados puede ser positivo, ya que ese enfoque debería contribuir a que hubiera una mayor dotación de recursos”, asegura la doctora Mit Philips, una de las autoras del informe. “Pero hay que saber adaptarse a la realidad en cada país. El compartir la responsabilidad financiera no debería conducir a un traspaso de esas responsabilidades financieras. Cada vez que se hace una proyección demasiado optimista de la capacidad de un país para recaudar recursos internos, se está poniendo en riesgo tanto los programas de salud de estos países como la vida de las personas que dependen de ellos”, apunta.

La doctora María Guevara, otra de las autoras del trabajo, añade que los países donantes deben revertir “con urgencia” la disminución de fondos para el VIH y la tuberculosis y adaptar su enfoque a los desafíos que enfrentan sus países socios, tanto ahora como en los próximos años. “De lo contrario —asevera— si confirman esta tendencia a la baja, acabarán socavando los logros pasados, lo que podría conducir a un repunte epidémico que costará muchas vidas. En este sentido, la conferencia de reposición de recursos del Fondo Mundial debería movilizar las aportaciones económicas necesarios para evitar que la lucha contra el VIH, la tuberculosis, se vea aún más debilitada”.