Carlos B. rodríguez Madrid | viernes, 08 de febrero de 2019 h |

El diálogo es el instrumento más poderoso que existe para resolver conflictos. Siendo así, imaginen qué es lo que puede salir si se decide juntar en torno a una mesa a dos de las personas que más conocimientos y experiencias acumulan en gobernanza y gestión sanitaria —el ex consejero Rafael Bengoa y el ex ministro Julián García Vargas— y se les pide que planteen opciones estratégicas para el SNS. Ya lo saben quienes, la semana pasada, acudieron a uno de los Diálogos sobre políticas de salud y buen gobierno organizados por Funcas y Fundación Ernest Lluch. Entre estos asistentes estaba el secretario general de Sanidad, Faustino Blanco, objetivo directo de uno de las soluciones más claras, para ambos expertos: liderar la reducción de la variabilidad de la práctica clínica en el SNS.

La variabilidad no es un problema exclusivo de España. Bien lo sabe Bengoa, médico, director del Instituto de Salud y Estrategia (SI-Health), exconsejero de Sanidad del País Vasco, que durante su etapa como ex asesor de Barack Obama pudo comprobar cómo la no estandarización de la asistencia a un paciente es fruto de enormes desigualdades. Pero tanto él como el economista y exministro García Vargas también saben que, mientras que otros países han empezado a intervenir de manera efectiva para reducir esa variabilidad, España todavía no ha desencadenado este movimiento.

No es que no se haya hecho nada. García Vargas reconoce que se ha intentado atajar a través de las guías de práctica clínica, iniciativas que comparten el objetivo de estrategias de otros países, aunque van años por detrás de las mismas. Para este experto, los pacientes han empezado a elevar la voz sobre unas diferencias que son más manifiestas entre comunidades autónomas, y ahí entra el papel de liderazgo del Ministerio. “Estáis por la labor, pero no sé si tenéis los medios”, dijo a Faustino Blanco.

En efecto, y no solo en variabilidad, estos expertos consideran que hay que impulsar el papel de liderazgo del Ministerio de Sanidad, pero ello implica cambiar otros aspectos de la gobernanza del SNS: el más evidente, el funcionamiento del Consejo Interterritorial. En este caso, el hándicap es la transparencia, una asignatura en la que España también sale perdiendo en la comparación internacional sobre países como Suecia o Inglaterra. La cita periódica entre el Ministerio y las consejerías de Sanidad debería ser una oportunidad para el benchmarking. Nada más lejos de la realidad. “Es un proceso para competir ideológicamente en lugar de para compartir conocimiento”, apunta Bengoa, que no duda en añadir que la de “cómo introducir transparencia“ es otra de las estrategias a elaborar.

Otro tipo de participación del usuario

Otra línea de encuentro entre ambos expertos tiene lugar a la hora de hablar de la prestación farmacéutica. El SNS tiene una gran accesibilidad; es uno de los más generosos de la Unión Europea, pero tiene, según García Vargas, “muchos problemas de calidad de prestaciones”. Parte de ese problema, en opinión de Bengoa, proviene del copago, que puede salirle caro al sistema si el usuario no discrimina bien y decide no tomar el medicamento.

Y aquí aparece la que sin duda es una de las opciones estratégicas que más beneficios a largo plazo podría traer al SNS: apostar por una ‘participación del usuario’ en la prestación farmacéutica, radicalmente distinta a la que estamos acostumbrados… Una no basada en copagos, sino en la prevención, educación y promoción de la salud, algo que enlaza con el modelo de crónicos que Bengoa comenzó a implantar en País Vasco durante su etapa como consejero. Pero para cambiar la mentalidad del ciudadano antes debería cambiar la de los gestores y decisores que, como indicaron ambos expertos, aún se maneja en base a acciones cortoplacistas que no pierden de vista un posible coste electoral.