Carlos B. Rodríguez Madrid | viernes, 02 de noviembre de 2018 h |

En el imaginario colectivo, la tuberculosis es una enfermedad superada. Nada más lejos de la realidad. La Reunión de Alto Nivel de Naciones Unidas que tuvo lugar en septiembre de 2018 reclamó el espacio político necesario para alcanzar los retos globales marcados para el año 2030. La declaración política resultante de esta cita podría resultar en un cambio de rumbo en el abordaje de esta epidemia que incluya un control de la enfermedad, una movilización efectiva de la voluntad política o una mejor comunicación a la población, por citar algunos de los retos pendientes. Pero la evolución de estas asignaturas depende a su vez de muchos factores, como la incorporación de nuevos agentes en el diseño y ejecución de las políticas. Sobre todos ellos se alza la figura del legislador, según se expuso en la jornada ‘La lucha contra el VIH y la Tuberculosis: avances y desafíos’, organizada por Salud por Derecho y Amigos del Fondo Mundial Europa.

“La carta que un parlamentario envía a un ministro de salud puede tener un efecto muy grande”, aseguró Luciana Nemeth, responsable de relaciones con parlamentarios de Global TB Caucus, frente parlamentario mundial creado en 2014 para lograr una respuesta política mundial ante tuberculosis… Un ejemplo visual que no es el único, ni mucho menos, que pone de relieve el importante rol que los legisladores pueden ejercer para conseguir acabar con la epidemia de tuberculosis de cara al año 2030.

No es infrecuente que un cambio de gobierno implique cambios de derechos. Hoy, buena parte de las miradas de la comunidad internacional están puestas en Brasil. Conscientes de que la salud pública debe ser una política de estado, y no de gobierno, hace tiempo que los expertos se esfuerzan por sumar a los parlamentarios a la causa que ya vincula a los profesionales sanitarios, la sociedad civil y el sector académico. Sobre el legislador recae, en buena parte, el secreto de conseguir una política de estado en materia de tuberculosis; es decir, conseguir que la epidemia esté en la agenda política del Estado y no cambie con los gobiernos. ¿Cómo? Impulsando una legislación sostenible, ya sea específica —en torno a la tuberculosis— o leyes de salud pública que contemplen los determinantes sociales de la tuberculosis. La región latinoamericana es la más avanzada del mundo en este sentido.

Pero la importancia de la figura del legislador es obvia por otro motivo. Puede ocurrir que la voluntad política exista, pero que determinados factores imposibiliten que esa voluntad se manifieste. Sin ir más lejos, es el caso de España con el Fondo Mundial, como reconoció Federico Buyolo, director de la Oficina de la Alta Comisionada para la agenda 2030 en España. La apuesta del Gobierno por el multilateralismo es indiscutible, pero está sometida al debate de los presupuestos… Presupuestos que también deben votar los legisladores. Al margen de este papel, el legislador también puede establecer un frente parlamentario nacional que mantenga activo el debate en el Parlamento, organizando audiencias públicas o trabajando con la sociedad civil.

Novena causa de muerte

Si bien en los años 70 del siglo pasado se tenía la esperanza de haber acabado con la tuberculosis, la emergencia del VIH llegó para demostrar lo equivocado de ese pensamiento, siendo hoy la novena causa de muerte en el mundo. “Si seguimos al ritmo actual de respuesta a la tuberculosis, nos llevará más de 150 años para alcanzar las metas”, explicó Nemeth.

Se estima que 10 millones de personas se contagiaron en 2017 y que 1,6 millones fallecieron a esta causa de la tuberculosis, una cifra mayor que la suma de VIH, malaria y ébola. Más aún. El número de casos de tuberculosis resistente está estimado en 560.000, cifra responsable de un tercio de las muertes causadas por la resistencia antimicrobiana y de un tercio de las muertes de personas que viven con el VIH.

Otro gran problema tiene que ver con el infradiagnóstico. Se calcula que, de esos 10 millones de nuevos casos, sólo 6 millones están diagnosticados. La reunión de Alto Nivel de Naciones Unidas finalizó con el objetivo global de diagnosticar y tratar a 40 millones de personas entre 2018 y 2022. La cuota ideal, para España, apunta a los 20.000 en 2022, aunque la perspectiva más realista reduce esa cifra a poco menos de 17.000. Las esperanzas, según apuntó María Vázquez, jefa del Área de Prevención y Coordinación Multisectorial y Autonómica de la secretaría del Plan Nacional sobre el Sida, está en el plan para la prevención y control de la tuberculosis, actualmente en fase de actualización.

Global tb Caucus: 2.300 parlamentarios… y ninguno español

En 2014, dos parlamentarios, uno británico y el otro sudafricano, impulsaron la iniciativa de crear un frente parlamentario mundial, heterogéneo y no partidista, con el que lograr una respuesta política global ante tuberculosis. A la primera reunión de Global TB Caucus acudieron ocho personas; a la última, celebrada en La Haya entre el 22 y el 25 de octubre de 2018, acudieron 2.300 parlamentarios de 130 países. La cita permitió avanzar en un plan desde un punto de vista legislativo, en el que actualmente están involucrados un total de 38 parlamentarios.

El principal criterio de Global TB Caucus es dar voz a cualquier parlamentario comprometido en la lucha contra la tuberculosis que quiera participar. “No hay parlamentario español en nuestra red. Y España tiene un peso importante en el mediterráneo y en la región latinoamericana”, aseguró Luciana Nemeth. Todo un mensaje que recibieron dos figuras destacadas de la Comisión de Sanidad, Consumo y Bienestar Social del Congreso de los Diputados que acudieron como oyentes a la jornada organizada en torno a la lucha contra el VIH y la tuberculosis: Francisco Igea, portavoz de Sanidad de Ciudadanos, y Marta Sibina, vocal del grupo Confederal de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea .