j. Arrazola Madrid | viernes, 16 de febrero de 2018 h |

La formación es una cuestión clave para que el profesional y el paciente adquieran conciencia de las consecuencias de la hiperuricemia. “Con un impacto económico bajo podemos controlar una enfermedad como la gota, carece de sentido que no lo hagamos”, señaló Fernando Pérez, reumatólogo del Hospital Universitario Cruces, durante el café de redacción ‘La gota, más allá del dolor’, organizado por Wecare-u en colaboración con la compañía farmacéutica Grünenthal.

En la actualidad, se estima que entre un uno y un dos por ciento de la población española padece esta patología, que impacta de manera considerable en la productividad del país. Este mismo año, se conocerán datos más exactos. La Sociedad Española de Reumatología (SER) está elaborando en la actualidad un registro para evaluar la prevalencia de determinadas enfermedades como la gota, según destacó Pérez durante el encuentro.

La labor del médico se centra en el tratamiento agudo, “pero no le damos importancia ni a la formación de los pacientes para evitar el siguiente ataque ni a la necesidad del tratamiento profiláctico o duradero”, subrayó Pilar Román, del Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Requena. Atender estas cuestiones resulta clave dada su relación con “la enfermedad cardiovascular, la insuficiencia cardiaca, el síndrome metabólico…”, añadió.

Los pacientes también observan estas carencias dentro del Sistema Nacional de Salud. “Nadie jamás me advirtió de las consecuencias de tener el ácido úrico alto. Es importantísimo. Tiene que estar muy bien formado el médico pero también muy bien informado el paciente”, destacó Fernando Vega, vocal de la Liga Reumatológica Española (LIRE) y paciente.

Papel de atención primaria

Precisamente en lo que se refiere al ámbito de la información y formación del paciente puede jugar un papel destacado atención primaria. La promoción de la salud o el diagnóstico precoz son de las funciones que podría aportar este nivel asistencial en la lucha contra la enfermedad, tal y como explicó Antonio Torres, médico de atención primaria y ex presidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia de la Comunidad de Madrid (SEMG Madrid). “La promoción de la salud y prevención con una detección adecuada, con unos screenings adecuados dentro de un factor general de síndrome metabólico y de salud cardiovascular se podría hacer. Forma parte importante de nuestro trabajo cotidiano. En varias comunidades se está utilizando la ecografía como una herramienta más en manos del médico de familia”, subrayó.

Un instrumento que podría ser interesante son las escuelas de pacientes. Torres puso de manifiesto que en su centro de salud existen diferentes orientadas a enfermedades como la diabetes con el apoyo de enfermería. En Canarias el modelo es diferente. “Formamos a un paciente que es el que forma a otros pacientes. Si no es una carga más para el profesional”, desveló Conrado Domínguez, director general del Servicio Canario de Salud.

La necesidad de información gana peso ante los problemas de adherencia de estos pacientes. “Ha sido el paradigma de mal paciente”, admitió Pérez. Un estudio de la SER elaborado junto la Universidad de UCLA demostraba que la pérdida de calidad de vida en personas con gota era de 20 años. “Un año después de tratamiento igualaban a la población de referencia. Tiene un impacto brutal en muy poco tiempo, haciendo aceptablemente bien las cosas”, destacó el especialista quien insistió en que la culpa de que no sigan su tratamiento es del médico y no del paciente.

Isaac Aranda, economista de la Universidad de Castilla-La Mancha, señaló que el paciente no comprende a veces “lo que el médico les explica desde el punto de vista clínico. Si le dicen que van a estar de baja un mes, podrían cambiar porque pueden perder su puesto de trabajo.

La eficiencia es en la actualidad uno de los grandes retos del Sistema Nacional de Salud. Un mal seguimiento de los pacientes tiene consecuencias directas en el gasto en medicamento, en los ingresos hospitalarios e incluso en la productividad del país. “El gasto hospitalario es espectacular. Un ingreso en nuestro servicio con una estancia media de seis días está estimado en 3.000 euros por paciente”, explicó Fernando Pérez, reumatólogo del Hospital Universitario Cruces, según los estudios realizados en su centro hospitalario. El riesgo de sufrir un ataque de un paciente mal controlado se multiplica además por 9,5. “Nadie ha hecho un estudio de cuál es el impacto en coste por prolongación de la hospitalización”, incidió.

El director general del Servicio Canario de Salud, Conrado Domínguez, explicó que el gasto en medicamentos contra esta enfermedad ha aumentado un 20 por ciento entre 2016 y 2017. Aparte del coste que supone para la economía del país por las bajas temporales. Por ejemplo, en el caso de las islas se han contabilizado 15.000 personas con gota pero solo 250 había recurrido a un proceso de incapacidad temporal.

En Canarias la prevalencia de la enfermedad se sitúa en el 0,8 por ciento, 0,2 puntos menos que la media nacional. Antonio Torres, médico de atención primaria y ex presidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia de la Comunidad de Madrid (SEMG Madrid), subraya que si se tiene en cuenta “el número de pacientes con hiperuricemia y con factores de riesgo a largo plazo podría ser mayor” que el uno por ciento.

La colaboración entre la atención primaria y la especializada podría suponer un ahorro en el gasto para el sistema sanitario además de un incremento de la calidad de vida de los pacientes. “Estamos hablando de continuidad asistencial desde hace 30 años pero nos comportamos como pequeños silos aislados”, afirmó Pilar Román, del Servicio de Medicina Interna del Hospital General de Requena.

Uno de los aspectos en los que podría centrarse la colaboración entre primaria y especializada. “Después de tener un paciente controlado veíamos que el 50 por ciento dejaban de tomar el tratamiento en dos años y los que no lo dejaban se les bajaba la dosis a niveles no adecuados. Pensábamos que lo hacían mal pero después nos dimos cuenta de que no habíamos dado pautas de cómo hacerlo porque no las hay. Hemos modificado eso. Cuando hacemos un informe el paciente con esta dosis habría que mantenerlo para conseguir una diana determinada. Necesitamos que se mantenga la uricemia de forma indefinida en este rango. Eso parece que funciona. Gran parte de la culpa es que nosotros no dábamos una información adecuada”, destacó Pérez.

Isaac Aranda, economista de la Universidad de Castilla-La Mancha, destacó el papel de los pacientes. Reclamó que “se les incorporare a los estudios” y la utilización de herramientas “para medir la calidad de vida”. En esta misma línea se manifestó el vocal de la Liga Reumatológica Española, Fernando Vega, que solicitó que “las instituciones y los médicos se apoyen más en los pacientes y en las asociaciones, con el objetivo de difundir mejor la información”, explicó Vega quien insistió en el trabajo de concienciación para transmitir a la sociedad que “no es una enfermedad de reyes”.

Resulta necesaria la experiencia del paciente en un contexto marcado por la complejidad de la pluripatología. “En la corte de 1.200 pacientes que he acumulado en los últimos 25 años. Tenemos quintiles de quinquenios y cuando comparamos los quinquenios extremos, los pacientes tienen el doble de insuficiencia cardiaca. Son 15 años mayores cuando vienen a la consulta. Tenemos pacientes más complejos con mucha comorbilidad”, afirmó Pérez.


Los especialistas coinciden en que la acción del médico se centra en el tratamiento agudo de la patología



La promoción de la salud o el diagnóstico precoz son dos de las funciones que podría asumir primaria