GM Madrid | lunes, 12 de noviembre de 2018 h |

La mayoría de las personas son conscientes del ciclo estacional de los brotes de gripe. En un nuevo artículo publicado en ‘Plos Pathogens’, Micaela Martínez, científica de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), argumenta que todas las enfermedades infecciosas tienen un elemento estacional.

Martínez recopiló información de la Organización Mundial de la Salud, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos y publicaciones revisadas por expertos para crear un calendario de epidemias para 69 enfermedades infecciosas, desde infecciones comunes hasta enfermedades tropicales raras. En un año determinado se producirán brotes de gripe en invierno, varicela en primavera y gonorrea y polio en verano, por nombrar algunos de los brotes estacionales más descritos.

Esta experta descubrió que la estacionalidad se produce no solo en enfermedades infecciosas agudas como la gripe, sino también en patologías infecciosas crónicas como la Hepatitis B, que, según la geografía, se manifiesta con mayor regularidad en ciertas épocas del año. El trabajo preliminar ha demostrado que incluso el VIHsida tiene un elemento estacional, que se cree que está impulsado por cambios estacionales en la desnutrición en entornos agrícolas.

El artículo describe cuatro factores principales de la estacionalidad en las enfermedades infecciosas. Factores ambientales como la temperatura y la humedad regulan la gripe estacional; mientras que en enfermedades transmitidas por vectores como el Zika, el medio ambiente desempeña un papel en la proliferación de mosquitos. Los comportamientos de agrupación, como los niños que se acercan entre sí durante el año escolar, son un factor en el sarampión. Factores ecológicos, como las algas juegan un papel en el brote de cólera. Los ritmos biológicos estacionales, similares a los que gobiernan la migración y la hibernación en animales, también pueden ser un factor en enfermedades como la poliomielitis, aunque se necesita más investigación.

“La estacionalidad es una característica poderosa y universal de las enfermedades infecciosas, aunque la comunidad científica la ha ignorado en gran medida para la mayoría de las infecciones”, afirma Martínez, profesora asistente de Ciencias de la Salud Ambiental. “Se necesita mucho trabajo para comprender las fuerzas que impulsan la estacionalidad de la enfermedad y entender cómo podemos aprovechar la estacionalidad para diseñar intervenciones para prevenir brotes y tratar infecciones crónicas”, agrega.

Identificar los impulsores de los brotes estacionales no siempre es sencillo. Por ejemplo, las bacterias que causan el cólera, que se propagan a los humanos por transmisión fecal-oral, pueden mantenerse en el agua soportada por algas. Los funcionarios de salud pública podrían realizar una intervención para prevenir la transmisión del cólera de individuos infectados y/o atacar a las bacterias que sobreviven en cuerpos de agua llenos de algas. La temporada clave para llevar a cabo cada una de estas intervenciones probablemente diferiría.

En el caso de la poliomielitis, los investigadores de salud pública pensaron que los brotes de verano se debían a la mezcla estacional de niños en piscinas o teatros o al clima, pero ninguno de estos factores podría explicar los brotes de verano en todo el mundo. En 2001, un investigador de los CDC planteó la hipótesis de que los cambios estacionales en la hormona melatonina podrían desempeñar un papel en la modulación del sistema inmunológico. En un estudio en curso financiado por una beca del director del prestigioso Instituto Nacional de Salud, Martínez está investigando esta posibilidad comparando los niveles de moléculas inmunes en la sangre extraída de pacientes en diferentes épocas del año.