Esther Martín del Campo Madrid | viernes, 26 de enero de 2018 h |

Al igual que la esquizofrenia o la urticaria crónica afecta a un uno por ciento de la población y, sin embargo, pocos ciudadanos han oído hablar de la hidradenitis supurativa. Y no solo eso. La falta de tiempo en las consultas de atención primaria también supone un hándicap para un diagnóstico que, por otra parte, no resultaría especialmente complejo.

David Palacios, coordinador del Grupo de Dermatología de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), explica a GM que esta patología consiste en la aparición de lesiones muy concretas, nódulos, abcesos, foliculitis, etc., recidivantes en determinadas zonas anatómicas, como axilas, ingles y región glútea, fundamentalmente. El misterio, continúa, es que las lesiones vuelven y vuelven y recidivan, y los afectados presentan muchas morbilidades y pluripatología alrededor.

El principal problema al que se enfrentan los médicos del primer nivel, en palabras de Palacios, “es que cuando quieres diagnosticarla ya está en fases avanzadas”. “Como las lesiones son muy anodinas, se tiene que encender el ‘piloto’ y cuando el paciente presenta varios brotes de foliculitis en estas zonas en un periodo de tiempo aproximado de tres recidivas en seis meses, hay que pensar que quizá no sea una foliculitis por depilación”, advierte.

El portavoz insiste en que es preciso reparar en la frecuencia temporal. No en vano, una de las peticiones del Proyecto Hércules, en el que han participado una veintena de sociedades científicas y la asociación de pacientes que agrupa a los afectados por esta patología, es que los programas de atención primaria incluyan una alerta que llame la atención cuando el paciente presente varios episodios de este tipo. Una advertencia al médico para que pueda profundizar en ello y descartar la enfermedad.

Palacios asegura que si se diagnostica en fases iniciales, el tratamiento puede realizarse con medicamentos de uso cotidiano en atención primaria y se evitan grandes comorbilidades para el paciente. En fases más avanzadas, desde hace unos meses existe un tratamiento biológico que también ofrece buenos resultados, añade.

El portavoz de Semergen advierte de que, según avanza la enfermedad, esos nódulos, que parecen una patología banal y anodina, evolucionan hacia otros más importantes, con afectación subcutánea, y acaba haciendo fístulas. Hasta el punto, destaca, que algunos pacientes presentan adherencias en la piel que les impiden, por ejemplo, movilizar bien los brazos.

Asimismo, remarca la afectación psicológica derivada del olor de las lesiones, que supuran y desprenden un olor particular, relativamente desagradable, además de la afectación multisistémica.

Palacios añade que, “ahora que está de moda hablar de autoinflamación, en estos pacientes se asocian también a los problemas derivados de esta”. “Suelen tener sobrepeso u obesidad, dificultades para la movilización, acaban teniendo hipertensión… Como comorbilidades tienen también afectación con enfermedad inflamatoria intestinal y muchas otras”, prosigue.

Desde el punto de vista de la atención primaria, el médico asegura que se podría intervenir en la atención de la enfermedad y no solo en el diagnóstico. No obstante, hay dificultades para realizar el seguimiento, puesto que muchas veces cuando los pacientes están muy avanzados acuden a urgencias para que les drenen un abceso y nunca vuelven a retomar el problema en la consulta. Los que están muy afectados, remarca, ya están en cirugía o dermatología.

La asignatura pendiente, por tanto, sigue siendo la formación de los profesionales en esta patología, que tarda más en diagnosticarse que una enfermedad rara de verdad, insiste Palacios. Formación y tiempo para levantar sospechas ante lesiones aparentemente anodinas, pero recurrentes.