Esther Martín del Campo Madrid | viernes, 10 de marzo de 2017 h |

La adolescencia no es solo una etapa de transición hacia la juventud y la vida adulta, sino un periodo de la vida con sentido propio y crucial para la vida posterior. Pese a sus riesgos, sigue siendo una etapa de la vida sana.

Es el punto de partida para los pediatras que forman parte de la Sociedad Española de Medicina del Adolescente (SEMA), que ha celebrado recientemente en Madrid un curso para actualizar la formación en distintas áreas, como trastornos mentales, patología respiratoria, obesidad, cardiopatías, y accidentes y suicidios, estos dos últimos a la cabeza de la mortalidad en esta edad.

Para dar respuesta a sus necesidades específicas, Félix Notario, vocal de SEMA y coordinador de Comunicación, remarca que es imprescindible que se reconozca la especialidad de Medicina de la Adolescencia y que en España se empiecen a formar especialistas para mejorar la calidad asistencial a los adolescentes. Una línea en la que trabaja desde hace varios años el grupo de formación y acreditación de la SEMA, en colaboración con la Asociación Española de Pediatría.

Su prioridad es ofrecer una atención personalizada a los adolescentes, “con unas características especiales que la sociedad científica reivindica desde hace 30 años para la pediatría”. Sin perder de vista, insiste, “que la pediatría es la medicina integral del periodo evolutivo de la existencia, desde la concepción hasta el final de la adolescencia”.

Notario destaca que todo lo que afecta al funcionamiento saludable de la fisiología tiene su origen en conductas familiares o personales. De ahí que subraye que “nadie mejor que el pediatra, conocedor de este niño y de su familia, desde los primeros momentos, para acompañar al niño en este proceso hasta la edad adulta”.

Sin embargo, la realidad está lejos de que esto ocurra. La ex ministra Ana Mato aprobó un plan estratégico que alargaba hasta los 18 años la atención pediátrica. En la práctica, aclara el portavoz de SEMA, solo alguna atención hospitalaria para algunas patologías lo contempla. “En absoluto de manera generalizada y, mucho menos, en atención primaria”, lamenta. Incluso podría haber retrocesos, según han alertado esta misma semana desde la Sociedad Española de Pediatría de Atención Primaria, que asegura que en la Comunidad de Madrid buena parte de los niños a partir de los siete años dejarán de ser atendidos por pediatras, por la falta de especialistas.

En este contexto, la petición de estos profesionales, que no es nueva, cobra mayor interés, puntualiza, pero “se aleja más de la realidad que nos amenaza con decisiones tan irresponsables y carentes de sentido”, alerta el doctor.

El especialista cita un informe reciente de Naciones Unidas que llama la atención sobre la necesidad de invertir en salud y bienestar de los adolescentes. No obstante, admite que “dado lo limitado de los recursos y capacidades técnicas tanto a nivel nacional como mundial, hay muchos retos que dificultan una respuesta eficaz”. “Pensamos que los políticos son, en último extremo, los responsables de tomar las mejores decisiones, en adolescencia y tantos otros campos”, añade. “Las sociedades científicas tienen un papel fundamental y deben ser escuchadas por los políticos a la hora de decidir”, insiste.

Por otra parte, la idea de que los jóvenes sean reticentes a ser tratados por los pediatras es completamente falsa. “Es mitología —aclara—. Ahora bien, la atención al adolescente tiene sus reglas del juego. Ganarse su confianza con los años, dar atención confidencial, en lugares y horarios adecuados, etc., hace que nos perciban como sus médicos y amigos en muchas ocasiones”.

En su opinión, el área más importante para capacitar en este terreno es la actitud del pediatra hacia la adolescencia y sus peculiaridades. Tampoco todos los pediatras quieren y pueden atender a adolescentes, remarca Notario.

En cualquier caso, el especialista subraya que es preciso estructurar y coordinar la atención sanitaria a esta edad, en la que los programas preventivos, asistenciales y en distintas acciones “deben estar bien coordinados”. De hecho, por ejemplo, cuando se analizan fenómenos como el inicio del hábito tabáquico a los 14 años, el consumo de alcohol compulsivo, el consumo de cannabis, etc., los profesionales se dan cuenta de que “algo está fallando”, al igual que cuando se analizan las cifras de obesidad en adolescencia, ansiedad, sedentarismo, etc.

“La labor preventiva es difícil, modificar hábitos y realidades sociales lo es”, puntualiza. Por este motivo, remarca que “el enfoque preventivo debe implicar a toda la sociedad, empezando en la familia, centros educativos y en nuestras consultas de adolescentes”. “El adolescente, en ocasiones, no va a venir a buscarnos. Tenemos que salir a su encuentro y llevarlas a los centros educativos, tenemos que ganar su confianza y credibilidad con profesionales preparados y me atrevería a decir que entusiastas”, concluye.