| viernes, 10 de enero de 2020 h |

Año nuevo, vida nueva. Pocas veces una frase tan manida había cobrado tanto sentido durante la primera semana de enero. Y es que 2020 arranca con un nuevo color, en materia política.

El primer Ejecutivo de coalición de Pedro Sánchez comienza su andadura con una comunidad científica dividida. “Cualquier partición del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades actual será una mala noticia para nuestro país porque implicará alejar el conocimiento de la centralidad política que se está imponiendo en Europa. Es imprescindible que la gestión del llamado “triángulo del conocimiento” (investigación-innovación-educación), quede reforzado en el nuevo Gobierno en un único ministerio. En este sentido, la estructura del Comisariado europeo, con una Comisaria competente en todos esos ámbitos, marca la tendencia a seguir a los países miembros de la Unión que, en su inmensa mayoría, mantienen tal unidad en un único ministerio”. Así de claros se muestran la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce), la Crue Universidades Españolas Alianza de Centros Severo Ochoa y Unidades María de Maeztu (SOMMa), y la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (Facme).

A pesar de que Pedro Duque seguirá al frente del Ministerio de Ciencia, a los investigadores no les convence la fragmentación de un ministerio que, como aseguran, debe tener el mayor peso político posible, y reunir todas las competencias y recursos necesarios para gestionar el sistema de ciencia en su globalidad, incluida la investigación que se realiza en las universidades.

En un contexto en el la medicina está evolucionando hacia la personalización de las terapias y que la investigación y la asistencia se están convirtiendo en un binomio inseparable parece un poco arriesgado desligar el mundo académico de este tandem.

Como aseguran estas organizaciones, hay voces autorizadas en Europa que alertan del error que puede suponer enfrentar investigación y universidades a la hora de la negociación presupuestaria, lo que podría suponer décadas de estancamiento para la investigación, las universidades, o ambos.

La competitividad de la ciencia de nuestro país, aseguran, solo podrá recuperar su línea ascendente (tan maltrecha actualmente) si puede articular e impulsar la inmensa mayoría del conocimiento que este país ha demostrado ser capaz de generar. “Que deberá incluir, por supuesto, la Universidad, ya que educación superior, investigación e innovación son indivisibles”.

Basta con ver el recorrido del último año y medio de esta cartera, con una serie de mejoras que implementó Duque, tras las demandas de la comunidad científica.

Así, se ha avanzado en la eliminación de la intervención previa en los organismos públicos de investigación; en la creación de un nuevo sexenio, el de transferencia del conocimiento, para reconocer a aquellos investigadores que se dediquen a la formación de otros investigadores o que generen valor económico y/o social.

Para lograr una mayor igualdad, el departamento de Duque también modificó la Ley de la Ciencia para que las investigadores en situaciones de maternidad y paternidad, así como de incapacidad temporal, no se vean discriminados en la selección y evaluación de su actividad científica, además de crear el Observatorio ‘Mujeres, Ciencia e Innovación’.

Con este bagaje, Ciencia continúa en su órbita, cargada de retos, con Universidades desligándose del ‘cohete’.