| viernes, 14 de septiembre de 2018 h |

Tres son las ministras que los ciudadanos van a tener en poco más de nueve meses. Este dato, por encima de todos los demás, es el más sangrante para aquellos que defendemos que la estabilidad es la principal arma para llevar a cambio políticas que modifiquen para bien al Sistema Nacional de Salud. Este insufrible día de la marmota en el que se ha convertido el Ministerio de Sanidad da al traste con cualquier avance que se quiera llevar a cabo y los tiempos que corren no admiten precisamente ni un ápice de incertidumbre.

La agenda de tareas pendientes en materia de profesionales está intacta. El manido asunto de la prescripción enfermera aún no tiene solución. Es cierto que Montserrat allanó el camino que su predecesor enfangó pero el Real Decreto-ley es todavía hoy una quimera en el ordenamiento jurídico. Y qué decir de la decreto de gestión clínica, o el reconocimiento de especialidades o, en un terreno más humano, de la recuperación real de derechos lacerados durante la crisis. De nuevo hemos vuelto a la casilla de salida de un “Monopoly” perverso que impide prosperar a los temas que más preocupan a la savia del Sistema Nacional de Salud: los profesionales.

Otro de los retos que no puede estar pendiente de los avatares de la política es el abordaje de la cronicidad. Mientras llegan y caen ministras en batallas políticas sin grandes fundamentos sanitarios la pirámide poblacional hace equilibrios para no quebrar por la base. El aumento del gasto en inevitable en una sociedad avejentada y si no hay un plan de país para buscar la cuadratura del círculo pronto hablaremos de ello como del cambio climático: una verdad muy incómoda que no sabemos resolver.

Y qué decir de la medicina personalizada. Seis manos, al menos, tocarán de inicio un Plan que es necesario para toda una sociedad y que peligra. Los trabajos que realizan en el Senado (aquí la buena noticia de la semana y es que la actual ministra estuvo presente en las sesiones que lleva la ponencia) necesita del apoyo gubernamental y del liderazgo de un Ministerio de Sanidad que no termina de encontrar quien lo lidere.

La esperanza para aquellos que ansiamos la estabilidad política es que María Luisa Carcedo no ponga patas arriba la gestión que comenzó hace tres meses Carmen Montón. La nueva ministra debe comenzar a trabajar sin titubeos y sin días de gracia, sean cien o diez. Las prisas no están poco argumentadas. En pocos meses comenzará la precampaña de cara a las elecciones autonómicas y la experiencia dice que en ese periodo los anuncios suelen sustituir a las políticas de calado. Señora Carcedo, además de para el Gobierno, trabaje sin descanso para el Sistema Nacional de Salud.