C.R. Santander | viernes, 14 de septiembre de 2018 h |

La instauración y el desarrollo del Mercado Único han significado progresos indudables en la evaluación de la seguridad y eficacia, el control de calidad y el impulso a la innovación farmacéutica. Han sido 25 años de progreso científico, terapéutico y económico, y al tiempo que los conmemora, la industria farmacéutica se prepara para los próximos 25 años de retos. Representantes de los tres grupos que conforman Farmaindustria –americano, europeo y nacional– han echado un vistazo al futuro y fijado su mirada, respectivamente, en la colaboración en I+D (público-privada y entre compañías farmacéuticas), el Brexit y las políticas regulatorias y de precios de los medicamentos.

El grupo americano: la colaboración en I+D

“Dentro de años podremos tener una cura contra el alzheimer, o una vacuna contra el VIH, si hoy hacemos bien nuestro trabajo”. Desde esta idea expuso Martín Sellés, presidente de Janssen, cómo las fórmulas de colaboración público-privada en materia de I+D y la cooperación entre compañías farmacéuticas con intereses comunes serán claves para garantizar el desarrollo de nuevas terapias llamadas a transformar la práctica clínica y el abordaje, ya sean medicamentosas o no, como las terapias CAR-T. “El futuro ya está aquí”, resaltó el presidente de Janssen.

Las perspectivas son favorables en España, un país que cuenta con múltiples centros de investigación básica y que, como indicó Sellés, se ha convertido en “una potencia mundial de primer orden en el ámbito de la investigación clínica”. Pese a todo, instó a no relajarse. “Debemos hacer lo posible por atraer más investigación básica y clínica a nuestro país”, destacó.

No obstante, y a pesar de todo lo que se ha conseguido hasta ahora, no hay que olvidar que sigue habiendo grandes asignaturas pendientes y que la I+D farmacéutica es una carrera de obstáculos con cada vez más exigencias regulatorias. “Sólo uno de cada 10.000 compuestos que sintetizamos llega a las manos de los médicos y los pacientes; es un camino largo que cuesta entre 8 y 12 años recorrer, con un coste aproximado de unos 2.400 millones dólares”, recordó Sellés. “Y de todos los que llegan, solo un 15 o 20 por ciento tienen un impacto real desde el punto de vista clínico y del retorno de la inversión. No digo que el resto no beneficien al resto de pacientes y no sean necesarios; pero sí que el desarrollo de medicamentos es una actividad desafiante, con un alto riesgo económico-financiero”, añadió.

Esta situación explica no sólo la vocación inversora a largo plazo de las compañías, sino también la competencia que se establece entre las filiales para atraer las inversiones en I+D. Es en este contexto donde, para el presidente de Janssen, se hace necesario seguir fomentado la colaboración público-privada y la cooperación entre compañías con intereses comunes para afrontar el futuro con garantías de éxito.

El grupo europeo: el Brexit

Significativamente, una compañía británica, puso el acento en la importancia de gestionar el Brexit de forma adecuada en el ámbito de la industria farmacéutica. Para Cristina Henríquez de Luna, presidenta y consejera delegada de GlaxoSmithKline (GSK) España, este es el mayor reto que afrontan las compañías farmacéuticas presentes en Europa, máxime si se tiene en cuenta que Reino Unido exporta el 48 por ciento de su producción en medicamentos a la UE e importa de ésta el 73 por ciento.

Se hace necesario, para ella, “que Reino Unido y la Unión lleguen a un acuerdo antes de marzo de 2019 en el que se incluyan soluciones específicas que protejan a los pacientes y aseguren la estabilidad del sector”. Una de las prioridades, en este escenario, sería asegurar el suministro global de medicamentos a los pacientes, algo para lo que GSK ya está desarrollando planes de contingencia.

Como sugerencias para una mejor transición, Henríquez de Luna reclamó, en primer lugar, tener en cuenta la “consideración especial” que debe tener el sector farmacéutico, que siempre cuenta con el paciente como eje principal. En ese sentido, apostó por un acuerdo de reconocimiento mutuo entre Reino Unido y la UE, así como por una amplia cooperación entre la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y la del Reino Unido en materia de procesos y sistemas regulatorios, garantía de movilidad de los empleados, reducción al mínimo de los procedimientos aduaneros y la continuidad de la cooperación en materia de I+D.

La presidenta de GSK tiene claro, en cualquier caso, que “cualquier acuerdo debe priorizar la salud de las personas”, y recordó que el desafío que supone el Brexit se enmarca en otra de las necesidades del conjunto del sector para poder seguir generando valor e innovación al servicio de los pacientes, el sistema sanitario y la sociedad en general: contar con un entorno estable.

El grupo nacional: la regulación

En representación de las compañías con matriz española, el consejero delegado de Reig Jofré, Ignasi Biosca, consideró que tras muchos años de centrar “todos los esfuerzos en políticas de precios y costes”, ha llegado el momento de que la Administración apueste por el desarrollo de una industria farmacéutica “sólida en el mercado interno, pero sobre todo en los mercados internacionales”. El país, dijo, tiene “una oportunidad” si se piensa en cómo dinamizar el tejido industrial nacional.

Una de esas oportunidades, para este experto, es la creación de nueva legislación. “Seguramente la Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos de 2006 no conllevaba las consecuencias actuales. Han sido las modificaciones oportunistas las que han llevado a la situación actual”, añadió. La consecuencia, a su juicio, ha sido una “clara polarización entre genéricos y nuevas moléculas, sin dejar para nada en el medio”. Biosca hizo énfasis así en las medidas políticas que a lo largo del tiempo han “desincentivado la innovación incremental”, cuando lo que habría que hacer, en su opinión, es “ponerla en valor”.

Biosca está convencido de que la industria nacional tiene capacidad de optar a la innovación radical, ejerciendo como tractora de las múltiples iniciativas de nuevos tratamientos farmacológicos que se están desarrollando en pequeñas start-ups biotecnológicas españolas salidas de la iniciativa privada o de proyectos nacidos en los centros de investigación públicos y hospitales españoles y que se encuentran en el primerísimo nivel internacional. “Si España, con sus investigadores y sus centros, es capaz de generar ciencia a nivel internacional, el sistema debe conseguir que parte de esta ciencia se integre en el tejido industrial del país convirtiéndolo en producto disponible para la salud de los españoles y la exportación al resto del mundo“, concluyó.