Madrid | viernes, 15 de diciembre de 2017 h |

¿Cuánto supone la inversión española en I+D dentro de ese gran índice que es el PIB? En 2016, un 1,19 por ciento. Esto equivale a más de 13.300 millones de euros, una cantidad que se ve duplicada si echamos un vistazo a la Europa de los 28. España también redujo su inversión en investigación en un 12 por ciento en 2016. Todo lo contrario que sus vecinos europeos: Alemania la incrementó un 35 por ciento y Reino Unido, un 29 por ciento. Posiciones de colista para un dorsal que apunta a ganador.

“Necesitamos un cambio de modelo productivo basado en el apoyo público a la inversión en I+D+i”, decía Ion Arocena, director general de Asebio. La Asociación Española de Bioempresas lanza, bajo esta proclama, su batería de medidas para mejorar el marco de incentivos a la I+D+i con la intención de reforzar la competitividad del sector biotech español y reparte, de paso, los VI Premios de Comunicación y Divulgación de la Biotecnlogía.

“Ya basta de pensar que hablar de financiación es estar pidiendo dinero”, avisaba Andrés Ballesteros, delegado de la Comisión de Retos Transversales de Asebio, al tiempo que recordaba que el país que más subvenciona la alta innovación es -justamente el más endeudado- Estados Unidos. Allí la visión siempre apunta más al largo plazo que aquí. Aún así, ambos directivos reconocían que el sector biotech español está en constante expansión aunque lleve sus propios tempos. El análisis de los Presupuestos Generales del Estado realizado por Asebio arroja un uso y abuso del Capítulo VIII de los PGE en el que las partidas del presupuesto financiero se canalizan en forma de préstamos. “Casi todos los programas de ayudas a la I+D+i desde el año 2007/2008 han estado financiadas con deuda, lo cual implica que todas las compañías que han concurrido van a tener en su balance una deuda derivada”, recordaba Arocena.

Según Ballesteros, la crisis económica que afectó al principio del fin del gobierno de Zapatero y se alarga hasta el mandato de Mariano Rajoy ha hecho que la única forma de mantener la inversión sea acogerse a ese Capítulo y, por tanto, aumentando la deuda. Con todo, las partidas destinadas a I+D han tenido una tendencia decreciente en la ejecución de los PGE. Algo que a la larga se ha materializado en un fuerte endeudamiento de las empresas innovadoras del país: “Hay una falta evidente de flexibilidad que paga el sistema productivo”, seguía Ballesteros: “Se trata igual una deuda de I+D que la de un particular que no paga impuestos”, protestaba. Y pedía una “flexibilidad” a la hora de devolver las ayudas que no haga tambalear la viabilidad de las empresas innovadoras a la hora de saldar sus deudas. Arocena, por su parte, ponía el foco en el marco de incentivos y abría el melón de la fiscalidad para dinamizar el caramelo de la inversión para los golosos capitales extranjeros.