Sergio Alonso
Redactor jefe de ‘La Razón’
| viernes, 30 de mayo de 2014 h |

Aunque la recaudación impositiva y los ingresos públicos empiezan a recuperarse al hilo de la incipiente recuperación económica, pocas dudas quedan ya de que la Sanidad pública en España se enfrenta al gran reto de la sostenibilidad. Con una población cada vez más envejecida, tratamientos revolucionarios que superan los 70.000 euros por paciente, una tecnología obsoleta que debe renovarse, hospitales cada vez más vetustos y un régimen estatutario que no contribuye a amortiguar el gasto en el capítulo I, nuestro país se encamina a una encrucijada de difícil solución: o aumentan los recursos (difícil, dada la gravedad de la crisis), o no podrán ofertarse los mismos servicios ni sufragarse las mismas prestaciones que hasta ahora. Inteligente como pocos y profundo conocedor de las vicisitudes de la Sanidad tras su paso por la presidencia ejecutiva del Insalud, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, ha reclamado un pacto de Estado sanitario con participación de todas las formaciones.

Pero no un acuerdo cualquiera, como el que intentó fraguarse en 1996, el de Bernat Soria o el de ahora. Nada de medias tintas, comparecencias vacuas ante comisiones parlamentarias ni declaraciones grandilocuentes pero etéreas. Como solución para evitar tópicos, ataques partidistas entre los participantes y vaguedades, Feijóo propone encomendar la dirección de los trabajos a un socialista insigne, con sentido de hombre de Estado: Felipe González. La verdad es que esta elección no puede ser más acertada, pues el ex presidente del Gobierno goza de predicamento entre la izquierda y de hondo respecto en parte de la derecha. La altura de miras de González y su consideración como estadista daría legitimidad a la propuesta de reformas profundas como las que hay que afrontar y haría ver a la población que la Sanidad puede morir si no se actúa con mano de hierro en su remodelación.

La creación de esta suerte de ‘comisión Abril’ bis integrada por pesos pesados de la política española para modernizar la Sanidad se antoja clave para que el proyecto cuaje. Además de González, la izquierda cuenta con nombres admirables, y uno de ellos debería ser el de Julián García Vargas, uno de los mejores ministros del ramo de la democracia. Tampoco la derecha anda escasa de personas de relieve. Además de sopesar la inclusión de José María Aznar, otra de las que debería figurar sería Ana Pastor, aunque ahora esté en Fomento. Su figura es muy respetada en el sector y no genera anticuerpos en la izquierda. Y tampoco deberían faltar nacionalistas. Ya sé que, al igual que las palabras de Feijóo, lo dicho aquí solo es un desiderátum. Pero la situación es tan grave que ojalá se cumpla.

¿Qué alto cargo del ministerio tiene un enfado descomunal con los errores detectados en los futuros precios de referencia?

¿A qué sociedad científica considera la Junta de Andalucía de un mero apéndice de la industria?

¿Qué error descomunal está cometiendo una consejería de Sanidad del PP ante la miopía de Génova?

¿Qué alto cargo del Ministerio de Sanidad actúa con animadversión personal contra el Consejo de Enfermería?

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