| viernes, 25 de noviembre de 2011 h |

A pesar de que ahora mismo la principal preocupación de la Farmacia española es tratar de buscar caminos para salir lo mejor parados de la crisis y tratar de lograr los recursos económicos necesarios para tratar de que el negocio sea viable, ya que los recortes y los impagos impiden que se pueda abordar cualquier otra cuestión que afecte al colectivo farmacéutico, la noticia de que el dictamen motivado que abrió allá por junio de 2006 la Comisión Europea contra España por su legislación farmacéutica ha supuesto un pequeño bálsamo aplicado a una farmacia con muchas heridas. Se trata de una decisión coherente adoptada por la comisión después de un intento furibundo de liberalizar (tanto si se quería como si no se quería) un sector que en ese tiempo era muy apetecible. Un proceso liberalizador emprendido por el ex comisario de Mercado Interior Charlie McCeevy, que afectaba a media docena de países, y que con buen criterio le ha dado ‘carpetazo’ el sucesor del problemático comisario irlandés, Michel Barnier. Y decimos con buen criterio en base ya no solo de una postura emocional o patriótica, sino en una decisión fundamentada en la jurisprudencia creada en el Tribunal de Luxemburgo por el ‘caso italiano’ o la cuestión prejudicial asturiana.

Se trata de una decisión esperada y lógica, aunque no por ello ha sido recibida con menos entusiasmo por parte del colectivo farmacéutico español. Y es que, aunque sea oculto, tener un fantasma rondando por casa nunca es bueno, y en este caso el dictamen motivado, que ha dormido durante un buen tiempo el sueño de los justos en los cajones del despacho del comisario de Mercado Interior, era un fantasma muy peligroso. Es, por tanto, una noticia que da por finalizado un asunto que trajo de cabeza a los farmacéuticos españoles durante cinco años. Un asunto que ahora se cierra y que permite que los farmacéuticos españoles, si no lo hacían ya, concentren todas sus fuerzas para tratar de salir de una situación que es muy complicada.