MARCOS GARCÍA Madrid | viernes, 04 de diciembre de 2015 h |

Antes de la crisis económica de 2008 a la República de Irlanda se le conocía como el ‘Tigre Celta’ por su pujanza empresarial y sus condiciones fiscales favorables para el asentamiento de empresas en su territorio. Esta fórmula de éxito se repite en la actualidad impulsada por el sector farmacéutico y en los ecos de la economía mundial se vuelve a escuchar el rugido del tigre irlandés.

De hecho, son muy numerosas las compañías farmacéuticas que tienen de una u otra manera su sede en Irlanda o bien han trasladado a este país algún centro de producción o investigación o aprovechan su baja tributación. La última en hacerlo ha sido Pfizer, que tras el acuerdo de fusión inversa alcanzado con Allergan por 150.500 millones de euros, que la convierte en la mayor corporación farmacéutica del mundo, ha anunciado el traslado de sus headquarters a Dublín, aprovechando el ‘origen’ irlandés de Allergan, y por lo tanto el grueso de la tributación global de la compañía.

No es la única. La española Grifols trasladó en octubre su tesorería de Barcelona a la isla esmeralda y el listado de grandes laboratorios farmacéuticos que han hecho este camino hacia el país del trébol es muy amplio: Endo, Jazz Pharmaceutics, Horizon, Covidien, Abbot, Eli Lilly, Johnson & Johnson, Gilead, Takeda, Bayer, Sanofi… así hasta algo más de 120 compañías farmacéuticas que en menor o mayor medida tienen establecido su hogar en Irlanda.

La baja fiscalidad del país, el clima favorable para la investigación y la inversión empresarial son las principales razones de este éxodo. De hecho, en Irlanda el impuesto de sociedades es del 12,5 por ciento, mientras que en España está en el 28 por ciento, en Estados Unidos en el 35 por ciento, en Alemania al 30 por ciento o en Francia al 33 por ciento. María José Gómez, experta en fiscalidad internacional y asociada del despacho de abogados Jausas, alude al porqué de una fiscalidad tan baja. “En 2003 Irlanda introdujo un tipo impositivo único del 12,5 por ciento en el impuesto de sociedades. Este incentivo, junto con la flexibilidad fiscal, es lo que ha ayudado a atraer a muchas compañías farmacéuticas multinacionales, especialmente en los últimos años. A los recientes ejemplos de Pfizer o Grifols hay que añadir, por ejemplo, los de Medtronic en 2015 (tras la compra de Covidien) o el de Actavis en 2013”.

Pero las ventajas irlandesas en el campo fiscal y económico son más y también resultan atractivas para el cambio de localizaciones. El país cuenta con una de las presiones fiscales más bajas de la OCDE — 28.2 puntos porcentuales — y alberga el ecosistema laboral más flexible del mundo con los costes laborales más sostenibles de Europa 29,5 euros por hora. Todo ello provoca que la renta anual media per cápita de los irlandeses ronde los 49.000 euros, cuando la española no llega a los 28.000 euros

Recuperación

Con estos mimbres es lógico pensar que Irlanda recupera día a día su vigor empresarial y el farmacéutico se ha convertido en el primer sector en importancia dentro de su economía. En este sentido Eire exporta al año 55.000 millones de euros fruto de la producción biofarmacéutica y química. Se cifra en 39.000 millones de euros anules el comercio exterior que se maneja sólo en el sector farma tradicional. Todos estos datos colocan a Irlanda como el octavo productor global de medicamentos, el quinto país exportador en este campo y el territorio donde se asientan nueve de las diez principales corporaciones farmacéuticas del planeta. Toda una cifra récord para un país que apenas supera los 4,5 millones de habitantes.

Más allá de los evidentes beneficios fiscales que tienen las empresas que trasladan su sede o sus centros de investigación a la isla europea, existen otros condicionantes que han generado el campo de cultivo perfecto para que Irlanda se haya convertido en un gran centro de producción farmacéutica en el mundo. De entrada existen más de 90 plantas de fabricación de medicamentos. Desde la tradicional síntesis química a los centros de I+D más avanzados en la producción de anticuerpos monoclonales. Todo el arsenal de medicamentos existente puede ser fabricado en Irlanda. Incluso 33 de esos centros de producción cuentan con la autorización pertinente de la FDA, lo que da buena muestra del nivel tecnológico y de innovación alcanzado en Irlanda.

Un sector capital

Este hecho ha provocado que la producción farmacéutica en esta república sea considerada la primera actividad industrial en importancia del país. Para muestra de la evolución de este sector basta con echar un vistazo al último año registrado en la oficina estadística del país, que revela que el crecimiento de esta parte del tejido industrial alcanzó un incremento del 24,3 por ciento en 2014 al pasar de 29.000 millones de euros en 2013 a los 36.100 millones de euros del año siguiente.

La combinación del sector farmacéutico y el sector químico representó en 2014 casi la mitad de la producción total ( 49,5 por ciento) irlandesa. Fruto de esa pujanza Irlanda no solo es conocida por las farmacéuticas extranjeras que deciden localizarse en el país, sino que cuenta con actores propios surgidos de su pujanza industrial como Perrigo o Shire que son ejemplos palpables del poderío farmacéutico irlandés.

En definitiva un país que ha hecho de la industria farmacéutica su principal argumento económico, pero en el que también otros sectores económicos han puesto sus ojos. Grandes tecnológicas como Yahoo, Google, IBM, Microsoft ya están desde hace años en el país. Lo mismo ocurre con grandes corporaciones de tecnología sanitaria y emporios textiles y financieros.

“El ‘doble irlandés’ es una de las acusaciones que se vierten sobre Irlanda. Las empresas instalan una filial, que suele implicar sus centros de I+D, en Irlanda y establecen la matriz de dicha división en un paraíso fiscal. Como la legislación irlandesa diferencia entre la sede y el domicilio fiscal, la empresa se considera propia aunque su matriz esté en otra parte del mundo, donde pagarán sus tributos. Pero más allá de esta técnica, que rechazan las autoridades europeas, subyace otra realidad que hace atractiva a Irlanda: la agilidad para fomentar y crear empresas y que da como resultado un país que genera riqueza y empleo”, destaca María José Gómez , experta en fiscalidad internacional y asociada en Jausas.