Alfonso Jiménez Palacios, secretario general de Sanidad
c. r./Madrid | 2011-10-23T19:00:00+02:00 h |

Algunos se pasan los lunes al sol y otros, muchos años a la sombra. El ex secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos, ha sido uno de ellos. Su sucesor, Alfonso Jiménez Palacios, lo sigue siendo. Sus trayectorias en el Ministerio de Sanidad han sido muy similares y su conocimiento del sector les ha permitido seguir al pie del cañón tras cuatro ministros, en un inevitable baile de cargos que a la larga les ha situado en primera línea de fuego cuando las cosas se han puesto crudas.

Pero se asume que hacer de sparring es algo que va en el cargo de aquellos que, dotados de un perfil profesional y técnico, se mantienen en la sombra, alejados del componente mediático y más político que debe rodear a un ministro, como ha sido el caso de los tres últimos que han asumido la tarea de dirigir Sanidad.

Profesionalmente, Jiménez Palacios está plenamente capacitado. Antes de entrar al Ministerio, este logroñés ejerció la Medicina en Madrid, Navarra y Guipúzcoa. En Madrid también fue director sectorial de ambulatorios de Madrid, jefe del Departamento de Ordenación Sanitaria y Preventiva del Insalud; jefe de Servicio de Planificación y director general de Salud de la Consejería de Sanidad.

Técnicamente está acostumbrado a apagar fuegos. Fue uno el que permitió que él, que llegó al Paseo del Prado como director general de Cohesión del SNS y Alta Inspección de Elena Salgado, volviera para quedarse como el director general de Farmacia de Trinidad Jiménez, tras un fugaz paso como subdirector general adjunto de Bernat Soria en la Delegación del Gobierno para el Plan sobre Drogas.

En aquel momento, el área farmacéutica del ministerio no andaba en su mejor momento. No cuadró la decisión de separar la Dirección General de Farmacia de la Agencia del Medicamento y por si fuera poco la relación entre sus responsables, María Teresa Pagés y Cristina Avendaño, era mala. La segunda etapa de Jiménez en el ministerio llegó por tanto con el reto de mejorar la operatividad de la agencia y dar un impulso a la política farmacéutica española.

Pero a la larga, y al igual que el propio Martínez Olmos, el director general de Farmacia terminó por ser víctima de sus propias convicciones. Sus ideas siempre fueron claras, aunque palabras y hechos no van siempre de la mano, sobre todo si se está atravesando la peor crisis económica conocida en décadas. En muchas ocasiones, Jiménez Palacios recalcó lo fundamental que es consolidar el papel sanitario de la farmacia y la necesidad de acabar con la visión del sector farmacéutico en general como generador de una gran factura. Lo malo es que el Gobierno central —principalmente Salgado, que desde su traslado a Educación siempre mantuvo un ojo fijo en Sanidad— se ha dedicado a boicotear y desacreditar sucesivamente, a base de decretazos, todas sus afirmaciones de cara al sector.

Dejará el cargo en diciembre, aunque se presupone que no hará gran cosa después del 20-N. Muy poco tiempo para poder lucir sus aptitudes en un ministerio al que, por mucho que esté pisando el acelerador para sacar proyectos a última hora, apenas tiene ya margen temporal para aprobarlos.