Bartolomé Beltrán Jefe de servicios médicos A3Media | viernes, 11 de septiembre de 2015 h |

Todos los que tienen responsabilidades relacionadas con la farmacia comunitaria, colegios profesionales, industria farmacéutica, sociedades científicas y hasta asociaciones de pacientes, tienen el deber de aunar esfuerzos y construir esa farmacia profesional, asistencial, que la sociedad española demanda y necesita. Me explica Yolanda Tellaeche que es en esta idea en la que se basa la creación de esa hoja de ruta que desde el Instituto de Formación Cofares (IFC) han elaborado en lo que se ha dado en llamar ‘Propuesta estratégica para la farmacia del siglo XXI’. Estamos en un tiempo en el que los pacientes deben ser conscientes de la importancia del autocuidado y de una automedicación responsable, donde con la colaboración del farmacéutico tomen decisiones para mantener y mejorar su salud.

Pero no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época. Como colofón a una crisis de identidad del modelo de farmacia comunitaria, aparece la Cartera de Servicios Profesionales. La necesidad de avanzar hacia una farmacia más asistencial, más activa, con nuevos servicios y responsabilidades es una realidad. Es fundamental conocer el valor que tiene la farmacia en la asistencia sanitaria de un paciente pluripatológico y polimedicado.

Cabe destacar la explosión de las nuevas tecnologías relacionadas con la salud crecen exponencialmente. Hay más de 100.000 aplicaciones relacionadas con la salud, de las cuales menos del 10 por ciento tienen unos contenidos avalados y con rigor. Esto merece mayor dedicación por parte del sector respecto a la que se viene prestando. Hay que aportar una valoración de estas nuevas TIC con criterios de eficacia, eficiencia y coste, tanto si van destinadas al ciudadano como al profesional de la salud.

La cooperativa que preside Carlos González Bosch, preocupada siempre por los farmacéuticos, que a su vez se preocupan de los pacientes, propone nuevos proyectos de formación para una farmacia más asistencial y para la puesta a punto de los conocimientos del farmacéutico para la atención en enfermedades prevalentes, crónicas y en el envejecimiento. Tiene claro que hay que fomentar la plataforma de formación con alianzas internacionales, ofrecerle formación específica al farmacéutico comunitario para su integración como agente de salud en el espacio socio-sanitario, y también formación en Indicación Complementaria, como vía de desarrollo de la venta libre desde una perspectiva profesional, con conocimientos actualizados para una recomendación que potencie un autocuidado seguro. Además de posibilitarle adquirir las destrezas para el desarrollo de servicios basados en la farmacia asistencial.

Su deseo es promover acuerdos con universidades, industria farmacéutica, sociedades científicas y colegios profesionales para desarrollar proyectos formativos alineados, buscando sinergias que nos hagan más efectivos. Ya está en ello. Cada uno tiene su responsabilidad. La universidad debe integrar en sus programas una formación más asistencial, más práctica para la intervención farmacéutica en la farmacia comunitaria. Y las sociedades científicas, garantizar el abordaje multidisciplinar en el cuidado de la salud. Es lo que hay. Seguro.

No estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época. La necesidad de avanzar hacia una farmacia más asistencial, más activa, es una realidad