| viernes, 13 de septiembre de 2019 h |

Constituyen, indiscutiblemente, una de las intervenciones más coste-efectivas de salud pública que existen. Durante los dos últimos siglos, las vacunas han permitido erradicar la viruela, reducir las tasas de mortalidad infantil en el mundo o evitar innumerables anomalías congénitas y discapacidades permanentes. Pero a pesar de disponer de multitud de vacunas con un perfil de eficacia y seguridad demostrada; a pesar de que los logros de la vacunación todavía no han terminado, la información errónea, la complacencia hacia los riesgos de enfermedades, los problemas de suministro, las desinversiones en salud pública y la disminución de la confianza pública en el valor de las vacunas están perjudicando las tasas de vacunación en todo el mundo.

La historia ha demostrado que no hay nada que no pueda perderse. Por sí solos, los logros acumulados por las vacunas no bastan para conseguir el éxito de las estrategias vacunales. Relajarse no es una opción. De la misma manera que se tiene que seguir peleando para mantener un derecho social, es preciso luchar para mantener las ganancias obtenidas con tanto esfuerzo en el campo de la salud pública. Ello implica hacer más, pero también hacerlo mejor.

Si algo necesitan hoy las vacunas, es una comunicación eficaz y efectiva sobre sus beneficios y sobre los peligros de no vacunarse. Como dijo un famoso mago al no menos famoso niño de la cicatriz con forma de rayo, “las palabras son la más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo”. El gran daño está, claro, en las redes sociales, que amparadas en su perpetua enemistad con la libertad de expresión, siguen permitiendo la difusión de bulos que se creen y luego abanderan escépticos y conspiranoicos. La primera Cumbre Mundial de Vacunación organizada por la Comisión Europea y la OMS es un hito más que bienvenido. Ahora faltan los compromisos políticos.

Es preciso luchar para mantener las ganancias obtenidas con tanto esfuerzo en el campo de la salud pública