| viernes, 18 de enero de 2019 h |

Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense”. Cualquiera podría decir que el director de cine Alfred Hitchcock estaba pensando en la primera ministra británica, Theresa May, cuando planteó esta idea. Y es que, el Brexit es hoy, más que nunca, una bomba de relojería. La falta de apoyo del Parlamento británico al acuerdo alcanzado con la Unión Europea abre un escenario de incertidumbre que preocupa a todos los sectores y, muy especialmente, al farmacéutico.

La negativa del Parlamento hace más real la posibilidad de una salida brusca de Reino Unido, que pondría en peligro a todo un sector y, sobre todo, a los pacientes, que pueden ver peligrar el suministro de fármacos esenciales en todo el territorio europeo. La patronal europea de la industria innovadora (Efpia) acaba de hacer un llamamiento a todas las compañías a prepararse ante este escenario. Pero hacerlo implica inversión; una inversión que ya tiene nombres y apellidos: Pfizer y GSK ya aseguraron en su día que los cambios en sus cadenas de suministro costarán 100 millones de dólares; y AstraZeneca ha invertido 40 millones de libras en duplicar los laboratorios en Suecia para que puedan probar y autorizar sus medicamentos en Europa y cumplir así con las normativas específicas de la UE que podrían aplicarse si finalmente se adopta el denominado Brexit duro.

Otro de los escenarios posibles sería el de un nuevo referéndum. La posibilidad de que los británicos decidan finalmente permanecer en la Unión Europea tras casi dos años de inversiones, tensiones y movimientos bursátiles más que notables para algunas compañías británicas y europeas es realmente kafkiano y más lo será si otra vez ambas partes tienen que enfrentarse a otro sí por parte de los ciudadanos.

La falta de apoyo al acuerdo alcanzado con la UE abre un escenario de incertidumbre que preocupa al sector farmacéutico