Ya es oficial. En el sistema sanitario se está desatando una guerra por el paciente, y nadie se ha parado a recordar que el paciente no es de nadie, sino de si mismo
| 2018-11-02T12:57:00+01:00 h |

Hace pocos días, el diario EL MUNDO publicaba un interesantísimo artículo titulado La era del yoísmo: cómo el culto al ego nos ha vuelto insoportables, que hacía una radiografía exhaustiva del narcisismo exacerbado que progresivamente afecta a la sociedad actual y que se ha convertido en una preocupación que va mucho más allá del ámbito privado o personal para convertirse en un auténtico problema social. Tras el boom de la telerrealidad y de las redes sociales, hay quien lee el Brexit, el ‘procés’ catalán o la victoria electoral de Donal Trump como nada menos que “ataques colectivos de narcisismo”.

Es inevitable pensar en ello cuando uno se para a analizar la deriva que está tomando la relación entre los profesionales sanitarios dentro del Sistema Nacional de Salud… Inmersa en un continuo Día de la Marmota, parte de la Enfermería continúa atacando a la Farmacia Comunitaria, llegando al extremo de plantear la liberalización del sector. Visiblemente cansada, parte de la Farmacia responde con avisos sobre el decreto de prescripción enfermera… Decreto por el cual el Foro de la Profesión Médica, por su parte, han decidido romper, no sólo con los enfermeros, sino también con el Ministerio de Sanidad.

Ya es oficial. En el sistema sanitario español se está desatando una guerra por el paciente y nadie se ha parado todavía a recordar que el paciente no es de nadie, sino de si mismo, y que son sus circunstancias y necesidades las que determinarán qué profesional tiene que liderar su manejo, sabiendo que nunca lo hará solo, sino siempre en estrecha colaboración con el resto de profesionales sanitarios.

Sanidad no es ajena a las modas. Y, como en cualquier otro ámbito, vienen tan pronto como se van. ¿Quién se acuerda estos días del equipo multidisciplinar? Ojalá este incipiente cisma de las profesiones sanitarias —a nivel corporativo, no olvidemos— fuera solo una moda y no, como parece, un claro síntoma del agotamiento de un sistema que vuelve a reclamar la firma de un pacto por la sanidad.

Este cisma de las profesiones debería dar mucho que pensar a los partidos políticos, también yoistas a su manera, que utilizan tácticas dilatorias en los debates parlamentarios y que bloquean el entendimiento que la sanidad necesita siempre, pero hoy más que nunca.

Se ha desatado la guerra por el paciente, y nadie se ha parado a pensar que el paciente no es de nadie