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Santiago de Quiroga Presidente Editor de EG | viernes, 06 de abril de 2018 h |

En muchas farmacias rurales (y de la periferia de las ciudades con población escasa) el único empleado de la farmacia es el farmacéutico titular. Hombres y mujeres que han realizado una inversión, tras la llamada de una convocatoria de nuevas farmacias, o por un cálculo de cobertura poblacional en un desarrollo urbanístico que no ha llegado. Es posible que muchos de ellos sean los responsables de tomar la decisión de optar a la farmacia, ya sea como concurso o como traspaso. El impacto negativo es igual, pero puede variar la cantidad: de ser una mala inversión a ser una ruina. Hay más ejemplos: pueblos en un medio rural en el que ya sólo quedan ancianos, que merecen una atención que lleva a cabo, como no, el profesional farmacéutico. Estamos hablando del 20% de las farmacias en España, que están en el umbral de la rentabilidad, si consideramos el salario bruto del convenio farmacéutico. Computando tanto venta libre como receta con cargo a fondos públicos, el umbral de los números rojos sería la cifra de 300.000 euros de venta anual. La consideración oficial de farmacia de viabilidad económica comprometida (VEC) supone una ayuda, sin duda. Las medidas que deben recuperar parte de la rentabilidad perdida en las crisis de la década de los 2000 alcanzarían al 40% de las farmacias (VEC y muchas otras) que sin tener dicha calificación se mueven en rentabilidades entre bajas y mediocres. Preservar el modelo es apoyar su viabilidad.