CARMEN M. LÓPEZ Madrid | viernes, 06 de septiembre de 2019 h |

El suicidio es un problema complejo con un componente genético, es decir, con una vulnerabilidad genética. Como explica Víctor Pérez, director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar de Barcelona, e investigador principal del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam), se están haciendo muchos estudios para intentar encontrar esa vulnerabilidad.

“La realidad es que no la hemos encontrado y probablemente no seamos capaces de hacerlo, porque el suicidio como cualquier conducta humana es tremendamente heterogénea”, explica. Desde el enfermo mental grave con tentativa de suicidio porque la enfermedad mental le conduce a ello, asegura, hasta la persona mayor con discapacidad o dolor por pérdida de un ser querido. De hecho, el mayor porcentaje de suicidios consumados se da en este último grupo de personas: varones con enfermedades crónicas.

Como repasa Pérez, a día de hoy se han encontrado factores de vulnerabilidad genética, aunque no la causa. “Se está trabajando mucho en lo que pasa en los primeros años de vida, en la adolescencia. En estos momentos sabemos que los primeros años son esenciales para la capacidad de enfermar: depresión, ansiedad… Lo que llamamos resilencia”. La mayoría de los suicidios, dice, tiene relación entre vulnerabilidad mental y acontecimientos vitales.

¿Cómo se está trabajando en la actualidad? El experto explica que las actuales estrategias pasan por la prevención. “Hay que educar o formar a la población porque el sistema sanitario no tiene capacidad de hacerlo. La única antena que existe para evitar el suicidio es estar atento a la persona que tenga ideas de hacerlo”, apunta.

Desde la esfera más científica, se están investigando estrategias de tratamiento. El objetivo es buscar abordajes psicoterapéuticos que son los que tienen eficacia demostrada. También, se están investigando fármacos que están demostrando que son capaces de prevenir el suicidio. ¿Cómo? “Son sustancias que en vez de necesitar un mes para mejorar al paciente, son capaces de hacerlo en 24 horas”, adelanta. De hecho, ya hay muchos datos que confirman que estos fármacos mejoran de forma muy rápida la sintomatología depresiva y disminuyen la tentativa de suicidio.

Lo que está claro, a juicio de Pérez, es que el suicidio es un problema de salud pública de primer nivel. Cada año mueren en España cerca de 3.600 personas. Además, por cada muerte por accidente de tráfico mueren dos personas a causa del suicidio; por cada muerte por violencia, 12 por suicidio; y por violencia de género mueren 68 personas por suicidio. Con estas cifras, aunque no son las más altas, vertebrar una estrategia parece lo más indicado. “Hay que hablar de suicidio, no podemos mirar para otro lado”, incide el psiquiatra, que además adelanta que en el 90 por ciento de suicidios hay detrás una enfermedad mental.

En este sentido, Pérez pone sobre la mesa el trabajo que se está realizando a nivel institucional. Algunas comunidades autónomas han avanzando frente a este problema, a través de planes o estrategias, si bien el especialista considera esencial seguir apostando por ello. Comunidades como la de Madrid, Cataluña, Valencia, Asturias ya tienen experiencia. “Allí donde se han hecho campañas de prevención o intervenciones específicas han conseguido disminuir el suicidio, de una forma fácil”. Por ello, apunta a que dotar de recursos a las estrategias es necesario. Estos planes no pueden ser un documento más sin presupuesto detrás, tiene además que contar con unos objetivos y una evaluación”, acota el experto.


“Probablemente no seamos capaces de encontrar el componente genético del suicidio”



A día de hoy se han encontrado factores de vulnerabilidad genética, pero no la causa