Cuando una decisión política es rechazada de manera prácticamente unánime por el sector es que no está bien planteada. Así de sencillo. De ahí que la unilateral medida que ha tomado la Consejería de Salud Universa que dirige Carmen Montón haya sido criticada por prácticamente todo el mundo a excepción de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, que a mi modo de ver debería también mostrar al menos algo de recelo a lo expuesto por la Generalitat Valenciana. Porque por lo general, la centralización no es sinónimo de buen servicio y menos en asuntos tan cruciales como es el suministro de medicamentos. El asunto es que hay que garantizar un servicio de calidad a más de 250 centros repartidos por toda la comunidad y con necesidades y características muy distintas. Desde un solo centro. Es un proyecto pionero, claro que sí, pero se puede hacer de otra manera y contando con la opinión de todo el mundo e incorporando mejoras planteadas por todos los agentes implicados en esta polémica decisión. Pero sobre todo, es un plan que tiene que funcionar y no acabar afectando, una vez más, a los pacientes.
Los argumentos de la consejería no ayudan a intentar revertir la situación y suponen quebrar la buena sintonía que hasta ahora habían mostrado los tres colegios de farmacéuticos de la Comunidad Valenciana con el equipo de Carmen Montón con la consejera a la cabeza. Hasta el momento, todo lo puesto en marcha se había logrado a través del consenso entre todas las partes, pero en esta ocasión la administración ha decidido tomar la calle de en medio.
Una mala decisión que tampoco ha gustado nada a pacientes y residencias valencianas, los otros ‘afectados’ por la medida. Sacar a la farmacia comunitaria del circuito de residencias públicas y privadas es dar la espalda a un colectivo que ha demostrado su compromiso con las necesidades de la consejería.
Valencia
ha roto la sintonía que mantenía con los Colegios de Farmacéuticos en un plan
que se ha planteado a sus espaldas
