Arthur Wellesley, más conocido por su título de duque de Wellington decía que España es “el único lugar del mundo donde dos y dos no suman cuatro”. Porque, en ocasiones (cada vez más), parece que la lógica no es la que impulsa las decisiones políticas y parlamentarias. Esta semana hemos podido comprobarlo una vez más, al ver el rechazo de la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados a la eliminación del visado para la tripe terapia en EPOC. Es algo que demandan los expertos, los profesionales sanitarios y los pacientes; y que se hace más apremiante en un contexto de pandemia como el actual. El rechazo de PSOE y Podemos, junto con la abstención de Vox ha provocado que los pacientes con esta patología (y denominados de alto riesgo ante la COVID-19) tengan que seguir viendo limitado su acceso a una innovación que ha demostrado que consigue controlar la enfermedad y, por tanto, reducir hospitalizaciones y mortalidad.

En un contexto de crisis sanitaria, donde cada cama cuenta, no parece un asunto menor el poder controlar una enfermedad que afecta a tres millones de pacientes, y que mata a 29.000 cada año. Además, recientemente se demostró que la tasa de mortalidad en pacientes COVID-19 con EPOC es del 38,3 por ciento, el doble que la de pacientes COVID-19 sin EPOC hospitalizados (19,2 por ciento). Por tanto, hablamos de pacientes crónicos altamente vulnerables.

Los expertos advierten que los pacientes con EPOC tienen un mayor riesgo de mortalidad por COVID-19 ; la triple terapia puede ser clave para controlar su enfermedad

En la reflexión que realizó en el Anuario de la Sanidad y el Medicamento la directora general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, Pilar Aparicio, mencionaba la necesidad de impulsar sin demoras medidas para apoyar a los pacientes crónicos y de pensar más allá del COVID-19. En definitiva, de apostar por un sistema sanitario público que cuide de todos y cada uno de los pacientes, independientemente de su patología.

El momento de demostrar ese nuevo SNS es ahora, dando respuesta a las necesidades de millones de pacientes que necesitan controlar su enfermedad. Porque ni siquiera se puede argumentar el posible impacto para la sostenibilidad del sistema (la mayoría de las combinaciones sueltas de estos fármacos son más caras que la triple terapia). Es momento de sumar, y de reconocer, por una vez, que dos más dos son cuatro.


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