Cecilio Venegas Presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Badajoz | jueves, 21 de febrero de 2019 h |

Es indudable la importancia estratégica de las vacunas, tanto para el mantenimiento y mejora de la salud de la población como para el sostenimiento de los servicios sanitarios, al contribuir de manera determinante a evitar enfermedades cuyo tratamiento significaría un alto coste. Aun así, la inversión pública en vacunas cayó en España un 7,4% entre 2007 y 2012, según se nos informa en el libro “La transformación de la Asistencia Sanitaria”, del que es autor Ignacio Para Rodríguez-Santana.

Dicho libro ofrece los datos de inversión y la estadística del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en la que el gasto sanitario en España ha pasado del 6,4% del PIB en 2010 al 5,9% en 2014, con una tasa anual media de variación del -2,8% mientras que el PIB se redujo, en términos medios anuales, un 0,9% en el mismo período, siendo el gasto en salud pública (en el que se incluye el gasto en vacunas) solo un 1,1% del total del gasto sanitario cuando el gasto en farmacia fue el 16,8%.

Debemos estar de acuerdo en que la inmunización es una de las intervenciones de salud pública con un mejor ratio de coste-eficacia y la que más éxito ha tenido en todas las épocas.

Puede analizarse en un estudio llevado a cabo en Estado Unidos en 2005 sobre la varicela en el que se estimaba que por cada dólar invertido en vacunación se ahorraba más de 5 dólares en costes directos y aproximadamente 11 en indirectos. Otro análisis llevado a cabo en 2014 estimó que la inmunización infantil rutinaria entre los niños nacidos en EEUU en 2009 impediría unas 42.000 muertes tempranas y 20 millones de casos de alguna de estas enfermedades, con un ahorro neto de 13,5 millones de dólares en costes directos y 68.800 millones en costes sociales totales.

Es evidente que la inmunización ha permitido erradicar la viruela, reducir la incidencia mundial de poliomielitis en un 99% desde 1998, y disminuir de manera muy notable la incidencia de enfermedades como el sarampión, la difteria, la tos ferina, el tétanos y la hepatitis B. Con nuevas vacunas en desarrollo y nuevos tratamientos de inmunización, que se usan cada vez más para realizar otras intervenciones de salud, el futuro sanitario de la inmunización es muy prometedor y pudiéramos decir incluso que halagüeño.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 2,5 millones de niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades prevenibles con vacunas. Esto se traduce en más de 600 muertes infantiles por día. Pero, además, el coste de los tratamientos de estas enfermedades es inconmensurable en relación con el coste de la vacunación.

La cultura de la vacunación forma parte de manera muy relevante de la prevención de enfermedades transmisibles y ha sido sin dudarlo uno de los mayores contribuidores a los cambios epidemiológicos de las enfermedades y como consecuencia, a los cambios demográficos. A España le cupo el honor bajo el mandato del tan denostado Godoy de organizar la expedición de Balmis, donde brazo a brazo se pudo inmunizar tres continentes. Pero todavía hay millones de personas desprotegidas expuestas diariamente a contraer enfermedades potencialmente mortales. Las consecuencias de no inmunizar a todas las personas en riesgo son el rebrote de enfermedades ya controladas, la diseminación de enfermedades a países en los que han sido eliminadas y un elevado coste en términos económicos para los servicios de salud, y en términos de enfermedad, discapacidad y muerte para millones de personas, en particular en los países en desarrollo.

La salud afecta directamente al desarrollo económico mejorando el capital humano, facilitando la educación y la capacitación laboral e incrementando la productividad, nos asevera Ignacio Para en su trabajo. Por ello, la mejora de la salud es a la vez causa y consecuencia del crecimiento económico, como bien saben los economistas. La mala salud contribuye a la caída del PIB y recíprocamente esta caída provoca a su vez un considerable descenso de nivel de salud de la población. Un círculo vicioso que hay que evitar. La vacunación de la población es un reto para un país, pero, en las circunstancias actuales de facilidad de las comunicaciones y grandes migraciones entre países, la vacunación es un reto mundial que afecta a toda la población de una manera global.

El riesgo de las enfermedades infecciosas bacterianas, que puedan resurgir por falta de vacunación de la población, se ve acentuado por la cada vez mayor resistencia a los antibióticos y el peligro que ello supone al contar con un arsenal para combatirlas cada vez menos efectivo y más caro. Ésa es la cruz de la moneda, sin embargo, la izquierda radical y los movimientos antisistemas han tomado como bandera el cuestionamiento de las vacunas en su afán anticapitalista y demonización de la industria farmacéutica. Y el problema es que ciertos medios, en su ansia de sensacionalismo, se hacen eco de ello. Es responsabilidad, pues, de todos los Colegios Profesionales y Sociedades Científicas ayudar ahora al trabajo de Jener, a quien debemos el inicio de la preparación de esos fármacos maravillosos y enormemente eficaces y eficientes que son las vacunas.


“La izquierda radical y los movimientos antisistemas han tomado como bandera el cuestionamiento de las vacunas en su afán anticapitalista y demonización de la industria farmacéutica”